viernes, 19 de diciembre de 2014

Bingo - No es un cuento para niños...

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Semana 8
Nº 15: AU: Fairytale/Myth.
Remus + Greyback
(Harry Potter/Marauders) 
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La mayoría de las madres se saben el cuento de memoria. Lo relatan sin pensar siquiera de donde viene. Los niños lo disfrutan tanto que no hay ninguno que se pregunte en realidad cómo una pequeña niña derrota a un lobo, cómo es que el lobo le habla, cómo le abren y sacan de adentro a su abuela aun viva... Bueno, así son los cuentos de hadas, solo que nadie sabe la historia real tras el cuento. Nadie comprende que de hecho, no es un cuento para niños.

Pocos saben que "Caperucita Roja" no era una niña. Que no iba al bosque a ver a su abuela, sino a su madre que había sido medicada alejarse de las ciudades a causa de su enfermedad. Que no fue su madre, ni su padre, quien le pidió que fuera a dejar la cesta con provisiones, solo, a la casa del bosque. Pocos saben que fue desobedeciendo una orden y sin avisarle a nadie. Que no fue un leñador el que le rescató, sino su propio padre. Que el pequeño casi muere esa noche y que nunca logró olvidarla.
Pocos saben que el lobo no era completamente lobo y que vivió muchos años más para arruinarle la vida a otras personas.

Es más, pocos saben que el apodo que la gente le daba no era "Caperuza Roja" sino "Narizota Roja", y que su padre cariñosamente había acuñado como "Naricita Roja" para que el pequeño no se sintiera tan mal. El niño era tan pálido que de su cara, lo único que resaltaba más que sus brillantes ojos color miel, era su nariz siempre roja por el frío. Era enfermizo, lo había heredado de su madre. 

"Hay un problema en el trabajo naricita roja" le dijo su padre esa tarde. "No podremos ir con mamá está vez".
"Puedo ir yo solo, ya soy un niño grande, ya cumplí cinco" le respondió él intentando alcanzar la cesta sobre la mesa.
"No, mi naricita roja, no lo eres y los niños pequeños no van solos al bosque." 

El pequeño no entendía por qué no le dejaba su padre ir hasta la casa en el bosque solo si él ya sabía el camino. Hinchó los cachetes en un berrinche que desapareció cuando su padre le dijo con tono autoritario "No saldrás de la casa hoy, naricita roja. El bosque es peligroso para un niño pequeño".

Nadie sabe que un sentimiento de preocupación contraía el corazón de Lyall Lupin desde que aquel hombre lobo había sido puesto en libertad. Nadie había creído en él hasta que encontraron los cuerpos despedazados de sus compañeros de interrogatorio. "Ocúpate de los Boggarts galeses, que es para lo que eres bueno" le habían dicho. Ahora ese tipo andaba suelto. Dentro del ministerio habían comenzado una investigación y varios magos estaban en la búsqueda de Greyback, pero nada daba resultados. 

"Ya soy un niño grande" se había repetido a si mismo el pequeño mientras caminaba por el oscuro sendero del bosque. 

Pocos saben que no le importó ir solo, que hiciera frío, que el cabello le molestara en la cara ni que la canasta le pesara tanto que se arrastrara por el suelo, hasta que un extraño hombre le intercepto.

"¿Qué hace un niño tan pequeño solo en el bosque?" le preguntó el alto hombre de ojos amarillos.
"Voy a la casa del bosque para entregarle comida a mi mamá" contestó él, inocente.
"¿Y qué comida llevas en la canasta?" le dijo el hombre acercándose. Entonces se sintió intimidado, y retrocedió un par de pasos. "¿Por qué no me dejas ver?" insistió el hombre,
"No" le dijo con la voz entrecortada, "tengo que llegar a la casa el bosque rápido, mi mamá está enferma".
"Yo conozco un atajo" le dijo, "tengo una idea, hagamos una carrera" 
El pequeño le miró interesado, el hombre siguió "Si tú llegas primero, te daré un premio, pero si yo llegó antes a la casa del bosque, tu me darás algo que yo quiero".
"¿Y cómo sabrás donde está la casa del bosque?" le preguntó. 
"Yo conozco todo el bosque" contestó el hombre.
"Bueno" accedió el pequeño. Y siguió el camino que el hombre le mostró, sin saber que era el camino más largo y no un atajo.

Nadie puede imaginarse la sensación que sintió el pequeño de ser observado durante su trayecto. Ni el mismo se dio cuenta de cuando comenzó a correr por el sendero desconocido, sin importarle que algunas de las cosas en la canasta se cayeran. No hay cantidad para decir cuánto deseaba llegar pronto con su madre, cuánto quería encontrar la casa y quedarse ahí para que su madre le cantara y cocinara alguna sopa que le calentara el cuerpo, cuánto quería acostarse junto a ella y beber chocolate caliente. Nadie se imagina cómo forzó sus piernitas para correr más rápido, ni que las lágrimas se le secaron en las mejillas mientras el viento le daba de lleno en la cara. Nadie se imagina el dolor de sus manitos por el roce de la pesada canasta, ni el alivio que sintió al ver la casa.

No hay cómo describir cuán oscura y lúgubre parecía la casa del bosque, rodeada de flores y verduras que su propia madre cultivaba cuando tenía suficiente ánimo. Ya no tenía esa aura de seguridad que alguna vez tuvo. No se puede describir la sensación de terror inundando cada parte de su cuerpo al no ver a su madre y no recibir respuesta, al llamarla con la voz débil y temerosa.

No hay quién pueda comprender la confusión en la cabeza del pequeño, cuando fue hasta la habitación de su madre y la vio ahí, sentada, intentando ocultar las lagrimas que brotaban de manera desesperada por su cara.

"Has venido mi pequeño naricita roja" le dijo entre sollozos. 
"Mama..." susurró el pequeño, "¿Por qué estás acostada mamá?" preguntó.
"Porque me he sentido cansada... " respondió
"¿Y por qué tienes la ropa rasgada mamá?" 
"Porque me he enganchado con las espinas de las rosas" Respondió ella, intentando acomodar la manga rasgada de su vestido.
"¿Por que lloras mamá? preguntó el pequeño.
"Porque me alegra mucho verte, mi vida" dijo la podre mujer sin poder aguantar más las lágrimas.

No hay nadie que haya sentido un terror más puro que el del pequeño a sentir la puerta cerrarse tras él y ver al hombre desconocido parecer más grande y tenebroso. 
"No dañes a mi hijo" gritó su madre cuando el hombre le sostuvo de un brazo y le acercó las uñas a la cara.
"¿Sabes qué ha dicho tu padre pequeño?" preguntó el hombre al sentir al niño llorar tan angustiosamente como su madre. 
"¡Mamá!" chilló el pequeño lleno de terror, había soltado la cesta y toda la comida yacía desparramada por el suelo.
"Él ha dicho que los hombres lobo son un mal sin alma, que solo merecen la muerte..." 

Hope intentó acercarse para rogar que no dañara al pequeño, pero en cuanto se movió el hombre enterró una de sus uñas en la nívea mejilla del niño, brotando de inmediato una gota carmesí.

"!Mamá!" gritó el niño desesperado. 
"Por favor...." rogó ella sin habla.
"No lo mataré" dijo el hombre, "pero veremos si tu esposo sigue pensando lo mismo teniendo un hijo así" 

Ante los ojos de Hope, el hombre enterró sus uñas cruzando la cara del niño con tres grandes rasguños de donde brotó la inocente sangre. 
Para cuando Lyall llegó, Hope lloraba abrazada del cuerpo de su hijo, pensando que este yacía muerto. Sin embargo él sabía que no lo estaba. 

"Piensas que soy un mal sin alma que merece la muerte" fue lo primero que dijo Remus Lupin cuando despertó después de su primera luna llena, amarrado a la cama con cadenas. 
"Nunca podría pensarlo" le dijo su padre soltando sus cadenas, con un nudo en la garganta tan apretado que le dolió cuando habló de nuevo. "Nunca, mi naricita roja."

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